lunes, 27 de abril de 2015

AUTOCONTROL



El autocontrol se define como el proceso mental que nos permite manejar nuestros pensamientos, emociones y comportamientos para mantenerlos acordes con los objetivos que nos hemos propuesto lograr. Y tiene mucho que ver con la capacidad de inhibir determinadas respuestas a favor de otras más apropiadas a nuestros propósitos iniciales.

La visión dominante en la Psicología sostiene que el autocontrol es un recurso limitado, como la energía. Desde este punto de vista, el esfuerzo por mantenernos en el camino adecuado llegaría a un límite a partir del cual nos sería más difícil controlarnos.

Es decir, que sobrepasada esa “delgada línea roja” sería más fácil perder los estribos y comportarnos de forma inconveniente, ya sea diciendo a nuestro jefe lo que creemos que debería oír o bajando el ritmo en nuestro trabajo.

De hecho es sabido que el rendimiento de la gente decae con el tiempo. Sin embargo, Inzlicht y sus colegas matizan que ese comportamiento se debe a un cambio en las prioridades, y no a una falta de autocontrol. Eso significa, señalan, que podríamos encontrar una manera de salir airosos de esas complicadas situaciones.

Según estos investigadores, la clave estaría en cambiar los “tengo que hacer” por los “quiero hacer” para poder seguir adelante. ¿Y dónde está el interruptor para lograr ese mágico cambio de punto de vista?
Viejos trucos

Los consejos que ofrecen no son novedosos, pero los psicólogos saben que funcionan. En esos momentos clave conviene tomarse un descanso para airear nuestro cerebro. Lo que en el argot psicológico se denomina un “tiempo fuera”, que al sacarnos de la situación conflictiva o que nos cansa nos da un respiro y nos permite pararnos a pensar, en lugar de actuar impulsivamente, y recuperar la “sensación de autocontrol” sobre nosotros mismos.

De ahí que sea tan importante tomarse descansos periódicos en el trabajo, tanto durante la jornada laboral -unos minutos para tomarse un café y charlar distendidamente- como a lo largo del año. Y es que la fatiga juega un papel fundamental en el comportamiento y rendimiento. “Algunas empresas inteligentes ya se han dado cuenta que descansos y vacaciones no son la antítesis de la productividad, sino que en realidad tienen el efecto contrario y pueden aumentarla”, señala Inzlicht
Huir de las tentaciones

Recomiendan también mantener alejadas las tentaciones cuando nuestros niveles de energía son bajos. Lo que los psicólogos llaman control de estímulos, que nos pueden desviar de nuestros objetivos.

Y un truco para salir del paso cuando estamos cansados puede ser“recompensarnos” con algún alimento dulce. El consumo de glucosa, señalan los investigadores, aumenta el rendimiento en tareas que requieren autocontrol, como han revelado diversos estudios. Por ejemplo, cuando se aumenta de forma deliberada en condiciones experimentales en voluntarios el nivel de glucosa en sangre se controlan mejor los impulsos agresivos. Como anécdota, este truco también funciona con los perros.

Al parecer, los niveles de glucosa juegan un papel importante en el autocontrol, como más de uno habrá experimentado cuando está hambriento. Sin embargo, la forma en que la glucosa nos ayuda a mantener la calma no está clara. Lo que si parece que su efecto es inmediato. El mero hecho de enjuagarse la boca con un líquido azucarado, sin llegar a tragarlo, puede mejorar el control cognitivo.

Lo que significa que la respuesta del cerebro a la glucosa en la cavidad oral es clave para lograr esa mejora cognitiva. Por tanto, según sugieren los investigadores, tomar algo dulce puede ayudarnos a recuperar el autocontrol. Aunque según el dato anterior, no hace falta dejar sin existencias la máquina de bollos del trabajo, sirve con tomar un caramelo o un bombón.

Si no consigue controlarse después unos minutos de descanso, tomados adecuadamente en momentos clave, o recompensarse con algún dulce,a lo mejor es que su cuenta “quiero/tengo que” está totalmente descompensada y necesita un descanso más largo o dejar tiempo en su día a día para actividades placenteras. Y es que cuando nos comprometemos durante mucho tiempo en actividades que nos requieren un esfuerzo y que nos aportan recompensas externas empezamos a reconsiderar nuestras prioridades de forma sesgada hacia lo que de forma natural nos motiva y nos produce recompensas internas.

                                                          

No hay comentarios:

Publicar un comentario